domingo, 17 de marzo de 2013

Navacerrada

En cuanto llegó el invierno el año pasado y con él la nieve, en mi afán por ofrecer a A. todo tipo de sensaciones y experiencias diversas, sentí la necesidad de llevarla a conocerla.
No obstante, R. me convenció para aplazarlo hasta que fuese más mayor, ya que con 18 meses que tenía entonces no lo iba a disfrutar mucho.

Pues este año, en cuanto salió el plazo para solicitar los cursos de supervivencia en la montaña que en su trabajo le ofrecen a R. sin dudarlo un instante lo solicitamos para la primera semana de febrero.
En cuanto se lo concedieron me puse manos a la obra y empecé a hacer una lista enoooooorme de cosas que necesitarímos. Ropa, trineo, entretenimiento para A., víveres........
En fin, que llegado el día llevábamos el coche hasta los topes. Pero........mereció la pena!!!





La residencia está, donde ya no hay más montaña.
Donde muere un camino, lleno de socavones y donde los neumáticos se resbalan por el hielo (ufff!! qué susto pasamos). A tiro de piedra de Segovia.
Donde solo se oye a los pájaros, y con unas vistas espectaculares.






La residencia, maravillosa construcción de arquitectura típica de alta montaña con la también típica calefación a tope y que nos hizo estar en la habitación en manga corta; con una cocina......de miedo, cómo nos poníamos!!

Pero el exterior, amigos, eso sí que era frío!
Con una temperatura de unos -3, -6 ºC, y días que la sensación térmica debido a la ventisca que nos hizo era de unos -30ºC!!!!!
Sí, sí, habéis leído bien!!!


Nos deslizamos en trineo, hicimos muñecos de nieve, nos tiramos bolas de nieve, nos revolcamos en ella, escuchamos el silencio mientras contemplábamos las estrellas tumbados en la nieve, hicimos amigos y ...........sí, papá terminó su curso de supervivencia con éxito y aprendió a esquiar, que de eso se trataba!!!!










Lo pasamos genial y disfrutamos muchísimo. Una experiencia, sin duda, inolvidable.

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